Cuando seguía el camino del vampiro (chaos) las "escapadas a la tumba" eran muy a menudo, cada uno o dos meses necesitaba dejar el mundo exterior y entrar al mío, a la oscuridad que puede llamarse dolor, aislamiento, melancolía, masoquismo, en fin, como gusten... Como ya saben, me cansé de esos ires y venires al Hel (Inframundo).
Ahora, en el sendero de Ódhinn, entre tanto conocimiento reluciente como relámpagos en el cielo, me había concentrado únicamente en el entusiasmo que me causa el encontrar las respuestas de los Dioses, meditando muy poco -casi nada- en cuestiones de sacrificio.
Quizás no veo al Ásatrú como una fe de melancólicos (olvidando los mundos oscuros que también forman parte del Yggdrasil, lo sé), pero hay que pensar que no siempre hay lucha y la armadura de guerreros debe tener su lado oculto.
Por eso comentaba en letras anteriores que había asuntos del código nórdico que aún me causan dilema, obviamente uno de ellos es el auto sacrificio.
"Nada es coincidencia", dicen por ahí... Pues bien, debido a una situación literaria, he tenido que contactar con mis viejas ideas del vampirismo... no he podido evitar darle a ese texto un toque nostálgico que una vez visto, se ha convertido en mí... me he sumergido en el abismo (me pregunto si ahí mismo puede estar la cabeza de Mimir) y quiero estar aquí, entre las tinieblas...
Mundos de hielo
Del veneno del pozo hay que beber
una sola gota
de eso que llaman dolor...
Wassail !